Marketing sin filtros

Bueno, ahora sí que sí: ya estamos en la recta final previa a las vacaciones de verano. Y estoy segura de que, durante estos días de desconexión, todos tendremos algún ratito dedicado a “bucear” en redes sociales.

¡Es algo natural, no te preocupes! A todos nos gusta despejar y relajar la mente y solo preocuparnos, aunque sea por unos minutos, de hacer scroll en nuestra pantalla.

Pero, voy más allá: ¿Te ha pasado alguna vez que alguien empieza a contar una anécdota en una comida o cena y tú ya la conoces… porque la viste antes en sus stories? Seguro que sí.

Pero ahora viene la versión sin filtro. La real.

«Bueno, en la foto parecía todo ideal, pero el plato estaba frío.» o “En el vídeo parece que me salió perfecto a la primera, pero tuve que repetirlo más de diez veces.»

Otra vez, nos pasa a todos.

Publicamos la historia más «bonita y perfecta», la que encaja, la que queda bien. Y luego con quienes tenemos más confianza, soltamos el resto, sin filtros.

Pues bien, las marcas hacen exactamente lo mismo. El problema no es el filtro, es el exceso de Photoshop.

Desde hace tiempo, el marketing digital vive enamorado del storytelling. Y eso es algo que está fenomenal: las historias conectan, emocionan, venden y lo hacen de una forma mucho más real y profundo que las características del producto o servicio en sí.

Pero cuando el relato se convierte solo en un decorado, el público lo nota. Hoy en día la gente no quiere solo historias bonitas, quiere relatos con una coherencia y una textura. Como la vida misma, quiere que seamos francos y también le mostremos las imperfecciones. Aunque nosotros ya nos preocupemos de ofrecerle, en paralelo, las correspondientes soluciones.

Un ejemplo actual de todo esto es el de Correos España. Piénsalo: ¿cómo haces marketing emocional de algo tan cotidiano como enviar un paquete o una carta?

Ellos lo hicieron de una forma muy fácil y natural, contando la historia real que hay detrás.

Concretamente:

En 2019, lanzaron la campaña #YoMeQuedo. No hablaban de sus innovaciones, tecnología o entregas en 24 horas. Decidieron mostrar a los carteros llevando cartas y paquetes a pueblos donde nadie más llega. Allí donde el cartero es casi un servicio social, no solo un mensajero.

Era una historia sencilla. Pero real. Y eso es justo lo que funcionó. No adornaron de más, contaron lo que había, transmitiendo cercanía y, en el fondo, confianza.

Y eso, en tiempos que corren de filtros y storytelling forzado, se agradece muchísimo. Pero si nosotros tuviésemos que hacerlo, ¿Cómo contaríamos una historia sin disfrazarla? Aquí no hay ninguna fórmula mágica, pero sí algunas ideas o tips que nos pueden ayudar o incluso inspirar:

  • Muestra el backstage: Cuenta cómo haces las cosas, no solo el resultado final. En marketing, al igual que ocurre en otros muchos ámbitos, el proceso también cuenta.
  • No temas a las grietas: Las marcas que se animan a mostrar sus vulnerabilidades son las que mejores ratios de conexión alcanzan. No hace falta exagerar el drama, pero sí contar la historia completa.
  • Habla como si estuvieras en un café, con un amigo, no en entorno frío: El marketing grandilocuente ya cansa. Hoy, la conversación sincera es lo que realmente llega y se queda en la mente del consumidor.
  • Escucha antes de contar: El storytelling no es solo hablar. Es escuchar, entender y devolver algo que tenga sentido para el otro.

En resumen, apostemos por menos filtro y más conexión. Contar historias seguirá siendo el arte de siempre. La diferencia está en cuánto filtro le pones antes de compartirla.

Porque al final, las marcas que mejor cuentan historias no son las que más adornan. Son las que, como en una sobremesa con amigos, se atreven a contar la versión real.

¿Y tú? ¿Qué opinas de esto? Te propongo un pequeño ejercicio antes de cerrar: piensa en tu última publicación o campaña.

¿La contarías igual en una reunión con amigos? Si la respuesta es sí, enhorabuena: estás en el camino de la conexión real. En cambio, si la respuesta es no, quizá te toca darle una pequeña vuelta y ver cómo puedes contar lo mismo, sin tanto adorno. Ya sabes, a veces ¡menos es más!

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